Luchando con el destino.
Prólogo
Mi dama de compañía pasaba el peine por mis negros y ondulados cabellos. Hoy, según mi madre, podría llegar a ser la oportunidad de mi vida. ¿Cuál podría ser la gran noticia para una niña de 7 años? Suspire y me mire al espejo un momento.
La persona del espejo tenía los ojos verdes y la tez blanca, todo una mina de oro para una familia.
- ¿Qué te sucede mi niña? Se ve media triste. - Alma, mi dama de compañía me miraba con preocupación. Aquella mujer era más que mi madre, más que mi amiga; ella era todo para mí.
- Nada nana, estoy bien. – Suspire y mis ojos apagados me delataron.
- Vamos niña, a mi no me engaña – Tenía razón. A ella no le podía mentir con una sonrisa fingida y de plástico.
- Es que… las reuniones de gente rara son muy aburridas. – Ella sabía a que me refería con “gente rara”. La alcurnia y la alta sociedad a la que pertenecían mis padres los hacía codearse con la gente más adinerada del pequeño pueblo donde vivía. Obviamente para una niña de mi edad era muy aburrido.
- Lo sé niña, pero su madre dijo que debía ir; y si llega y ve que no te has puesto el vestido se molestara mucho. – dijo trayéndomelo.
- Esta bien – conteste rodando los ojos. Con su ayuda me puse aquel horrible corset y encima el vestido. – Estoy lista.
Quien iba a decir que ese día conocería al amor de mi vida.
La persona del espejo tenía los ojos verdes y la tez blanca, todo una mina de oro para una familia.
- ¿Qué te sucede mi niña? Se ve media triste. - Alma, mi dama de compañía me miraba con preocupación. Aquella mujer era más que mi madre, más que mi amiga; ella era todo para mí.
- Nada nana, estoy bien. – Suspire y mis ojos apagados me delataron.
- Vamos niña, a mi no me engaña – Tenía razón. A ella no le podía mentir con una sonrisa fingida y de plástico.
- Es que… las reuniones de gente rara son muy aburridas. – Ella sabía a que me refería con “gente rara”. La alcurnia y la alta sociedad a la que pertenecían mis padres los hacía codearse con la gente más adinerada del pequeño pueblo donde vivía. Obviamente para una niña de mi edad era muy aburrido.
- Lo sé niña, pero su madre dijo que debía ir; y si llega y ve que no te has puesto el vestido se molestara mucho. – dijo trayéndomelo.
- Esta bien – conteste rodando los ojos. Con su ayuda me puse aquel horrible corset y encima el vestido. – Estoy lista.
Quien iba a decir que ese día conocería al amor de mi vida.
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